21.10.12

bancas, fotos, tazas, alebrijes y similares


hoy por fin, aprovechando el domingo bicicletero en reforma, visité las intervenciones que, básicamente a partir de tazas, ocupan –¿y adornan?– un camellón frente a la estela de luz. el proyecto es parte de la estrategia publicitaria mediante la cual nescafé festeja 60 años. son ocho instalaciones, siete obra de arquitectos –fernanda canales (quien colaboró con jerónimo hagerman), manuel cervantes, bernardo gómez pimienta, francisco serrano, mario schjetnan, alejandro quintanilla y michel rojkind– y una de un diseñador industrial –alejandro castro. el conjunto se presenta como "12 mil tazas, 8 estructuras y un despertar" y según explicó gimena modragón, responsable de comunicación de la marca, lo que buscaban era "estar en el corazón de la gente, ser una marca amada e inspirar a las personas." sea –muchas veces los discursos publicitarios nos hacen pensar que quienes los producen asumen que somos ingenuos o ignorantes además de cursis, aunque podríamos suponer que la hipótesis contraria también aplica: es a ellos a quienes mejor quedan esos adjetivos.

en fin, el resultado es desigual. los arquitectos tenemos la costumbre de fallar cuando se trata de producir algo que no sirve para nada, o al menos no explícitamente. enfrentados al problema de diseñar  algo cuya función parece mitad simbólica mitad lúdica, nos asumimos escultores, inclinándonos generalmente más hacia un sebastián que hacia un serra.

de las ocho estructuras, pocas asumen que una taza es una taza es una taza –la de fernanda canales y jerónimo hagerman lo hace al elevar, con poco virtuosismo, un círculo de tazas transformadas en bebederos para pájaros cafeinómanos. y aunque otras se recorren y uno puede incluso entrar, sólo una estructura, la de michel rojkind, se hace cómplice del espacio público y lo enriquece, pero a medias también: sería mucho mejor con una escala un tanto mayor y sillas y mesas bajo la cubierta y, claro, nespresso gratis para todos, si de entrar en nuestros corazones e inspirarnos se trataba. si la pérgola de tazas de rojkind no puede cumplir con lo que sería su mejor propósito es por el lugar que el gobierno del distrito federal le asignó a todas las estructuras: la banqueta.

no está mal ocupar la banqueta, siempre y cuando entendamos que al hacerlo no hay que estorbar ni la necesidad de desplazarse ni el deseo de sentarse a descansar, al contrario: hay que potenciarlo. y ahí entran las bancas –que de ser también una instalación temporal se volvieron permanentes–, los alebrijes –que una cuadra adelante de las tazas ocupan también la banqueta–, las fotos –ahora por la campaña contra el cáncer– y todo lo que al gobierno del distrito federal, con buena voluntad, imagino, pero poca o nula planeación, se le ocurre ir aventando en los camellones del paseo de la reforma.

¿qué hubiera pasado si lo invertido –aunque sea dinero privado o, más bien, con mayor razón– en bancas, campanas, nopales y ahora tazas hubiera estado regulado por un buen programa urbano y arquitectónico en el que cada pieza se sumara en una estrategia genérica de mejora y acondicionamiento? mi pregunta es, por supuesto, retórica: ¡estaría mejor! los arquitectos y diseñadores y también los artistas invitados cada tanto a intervenir con tazas, bancas o alusiones a nopales, podrían saber qué hace falta, qué sirve, que puede ayudar no sólo a caminar mejor o sentarse más a gusto, sino también a divertirse más en el espacio público –pienso en los chorritos que se hacen grandotes y se hacen chiquitos al lado del monumento a la revolución.

probablemente, con la infinidad de problemas de esta ciudad y las múltiples obras con que se pretende solucionarlos, el gobierno del distrito federal no tenga tiempo para andar pensando en estrategias que ordenen la manera de hacer de un mero gesto publicitario algo que sirva al espacio público. ¿qué tal un concurso? ¿y si, no siete, sino setenta o setecientos arquitectos se pusieran a pensar en un plan para que esas intervenciones, fueran temporales o de mayor duración, en vez de parecer una colección de figuritas de lladró sobre el piano de la tia rica pero de mal gusto, tuvieran –hicieran– sentido? quizá pido mucho y sólo me hace falta tomarme un buen café.


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