3.8.12

el cuaderno de viaje



de los sueños se preguntaba ludwig wittgenstein si eran aquello que pasa al estar dormidos, lo que recordamos al despertar o el relato que le hacemos al sicoanalista. de los viajes podemos decir algo similar: ¿son el recorrido, el desplazamiento físico que nos lleva a lugares distintos a los conocidos, son los recuerdos que nos dejan esas experiencias o son las descripciones que hacemos?

a filón de bizancio se le atribuye la primera descripción de las siete maravillas del mundo. "cada una de las siete maravillas, por reputación –escribe el supuesto filón–, es conocida de todos, pero son pocos quienes las han visto. Se debe viajar con los persas, atravesar el éufrates, llegar hasta egipto, ir a elea, en grecia, partir hacia halicarnaso en el cairo, tomar un barco a rodas y visitar éfeso, en jonia. quien haya recorrido el mundo de seta manera se agota en la ruta y cumple su deseo cuando la vida se le escapa bajo el peso de los años." por supuesto filón no conocía nuestros medios de transporte que hacen que la vuelta al mundo en 80 días sea un exceso.

contra las exigencias del viaje, filón proponía la cultura: "la cultura (paideia) es maravillosa y de gran valor porque nos dispensa del viaje y le muestra, en su propia casa, las cosas bellas al darle ojos al alma. y aquí lo más maravilloso: quien va a los lugares y los ve una sola vez, al alejarse olvida. la precisión de las obras y el recuerdo de los detalles se van. pero quien se instruye mediante el discurso sobre la cosa a admirar y sobre la ejecución de la obra, tras haberla contemplado en su totalidad, guarda imborrables las huellas de cada imagen. es la mente, en efecto, la que ha visto cosas maravillosas."

es la cultura, dice filón, la que realmente nos hace entender y, en su caso, recordar lo visto –pues sólo lo visto con la imaginación, sea al leerlo o al visitarlo (y la visita también es, entonces, una lectura), se entiende cabalmente.

no es que una guía valga el viaje. al contrario: un viaje que sólo sirva par confirmar lo que una guía relata no es, finalmente, un viaje. el viaje implica un encuentro con lo desconocido que la guía de turistas pretende cancelar –es otra de las diferencias entre el viajero y el turista, complemento de la que anota paul bowles en el cielo protector: que el turista piensa en el regreso a casa desde el inicio de su ruta mientras al viajero eso no le preocupa (podríamos decir, incluso, que el viajero lo es en tanto se siente en casa fuera de casa, aun si esa otra casa, el viaje, está llena de sorpresas).

precisamente contra la guía escribió joseph roth en su cuaderno de viaje las ciudades blancas. dice que hay que viajar sin horarios, que "las guías relatan hechos falsos" y que "los libros de viajes están dictados por un espíritu estúpido, incapaz de creer en la variabilidad del mundo." Esa falsedad de la guía es producto, para roth, del buen observador: "el 'buen observador' el el informador más triste. registra todo cuanto está sujeto a cambios con los ojos bien abiertos, pero rígidos. no escucha su propio interior. debería hacerlo, sin embargo. en tal caso, al menos informaría sobre sus voces. capta la voz de un simple segundo. pero todo el mundo sabe que otras voces sonarán apenas abandone su posición de espía. y antes de que lo describa, el mundo que ha conocido ya no será el mismo." por eso en su cuaderno de viaje por ciudades como lyon, aviñón, nimes o marsella, roth no cuenta lo que ve sino lo que encuentra o, más bien, el encuentro entre lo que ve, lo que sabe y la transformación que lo visto suscita en lo que sabe.

el viaje a japón de teodoro gonzález de león –del que ayer se presentaron los tomos dos y tres, recién editados– no es ni guía ni informe, sino la descripción de un viaje y entonces, tal vez, el viaje mismo –si asumimos que, como en el caso del sueño, en el del viaje la descripción no representa sino presenta. no un recuento de lo visto o de lo sabido sino de los efectos, múltiples, de uno sobre otro y, principalmente –según citó gonzález de león a borges explicando su viaje a japón como el encuentro con lo otro– de lo otro sobre uno.

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