7.3.11

el archivo general de la nación

ayer leí en el periódico milenio, en una columna de la sección cultural titulada el ángel exterminador, un texto sobre “el palacio negro de lecumberri: un memorial panóptico” en el que, entre otras cosas, se comenta el proyecto para la rehabilitación de ese espacio del que somos autores at103 (julio amezcua y francisco pardo), hugo sánchez y yo.

partiendo de siqueiros, quien estuvo preso en la famosa cárcel mexicana, daniel vargas parra, autor del texto, llega al panóptico, el modelo ideal de prisión pensado por el filósofo utilitarista inglés jeremy bentham en el siglo 18 y que michel foucault utiliza como uno ejemplo de un dispositivo disciplinario. cuénta vargas cómo, 90 años después de que se iniciara la construcción de la prisión, en 1976 pasa a ser la sede del archivo general de la nación.

llega entonces vargas al momento actual:

“desde hace tres meses –escribe– el gremio de los arquitectos habla cada vez con más potencia sobre el proyecto del centro cultural del palacio lecumberri. una propuesta que, bajo los lineamientos de un concurso generado desde la segob, pretendió buscar alternativas al espacio deteriorado del archivo general. el comité dictaminador decidió que el ganador debía ser un proyecto que busca abrir el panóptico y transformar al inmueble en un jardín con cafetería y plazas públicas.

la inmensa cúpula sería suplantada por un extraño techo futurista que dejará pasar la luz y abrirá el edifico para volverlo plaza. cada parte sería expuesta al exterior, contradiciendo los principios del panóptico, y asimilando el sitio a cualquier arquitectura comercial que interconecta pasillos para dar la sensación de apropiación de las masas de los espacios. se habla de eventos culturales, salas de exposición, museos y paseos en bicicleta. se discurre sobre la integración del conjunto a la comunidad de la zona y se alude con fuerza a la idea de rehabilitación y rescate. se aseguró, como siempre en estos casos, que el archivo se mudará a un mejor sitio, a un costado de la plaza o quizá un poco más lejos: a santa fe.”

en esto último hay una mezcla de mala información e interpretaciones vagas que conviene aclarar.

primero, el concurso, organizado por el archivo general de la nación que depende de la secretaría de gobernación, no fue para cambiar el uso actual del edificio sino para adaptarlo a nuevas condiciones. los documentos que guarda el archivo no serán movidos a un nuevo edificio en santa fé –como parece ser alguna vez se pensó– sino a uno que se construirá en el terreno que quedó libre al demoler el edificio del registro nacional de la población, anexo a la prisión. la construcción de ese edificio, proyectado por un arquitecto colombiano, ya se ha iniciado. su objetivo es conservar los documentos del agn en condiciones apropiadas que no ofrece el edificio de la ex-prisión de lecumberri. al liberar el edificio de la antigua prisión de su papel de resguardo del acervo, sus espacios quedarán disponibles para nuevas funciones del archivo: investigación, documentación, consulta y museos. para esa intervención es que se convocó al concurso mencionado, del que resultó ganadora nuestra propuesta.

partimos de tres ideas quizás obvias pero que, por lo mismo, había que conjugar de una manera efectiva. en primer lugar y a escala urbana, asumimos que un edificio público debe ser también, en buena parte, un espacio público. las condiciones originales de lecumberri –ser una prisión panóptica construida a las afueras de la ciudad– lo hacían un edificio aislado y vuelto hacia dentro. en relación a la ciudad, pues, pensamos que hay que abrirlo y conectarlo con su entorno. aprovechando el desnivel que el hundimiento del edificio original ha provocado en relación a las calles que lo rodean, generamos dos niveles distintos y complementarios de ocupación del sitio. uno totalmente público, al que llamamos nivel parque, desde el cual se puede acceder libremente para recorrer los jardines y espacios abiertos de la antigua prisión, y otro, público pero controlado, al que llamamos nivel ciudad, que desde la banqueta y a través del acceso principal llega al primer piso de las crujías y, mediante un nuevo edificio al centro del patio –al que vargas califica de extraño techo futurista y que, según nosotros, se quiere discreto y es heredero de una arquitectura que quizás en los años 50 se imaginó futurista pero que hoy es más bien la de hoy– que hace las veces de vestíbulo y zona de información, distribuye hacia cada una de las alas del archivo, organizadas desde las de mayor interés público –como el museo de sitio y la galería de exhibiciones temporales– hasta las de uso más específico –como la biblioteca y las salas de consulta e investigación.

en segundo lugar, entendemos las condiciones físicas y espaciales del edificio original y, asumiéndolo como patrimonio pero sin monumentalizar su antiguo uso, lo consolidamos sin falsearlo. del edificio se recupera y mantiene aquello que persiste de la estructura original, aprovechando su propia lógica para la nueva intervención. originalmente las crujías se organizaban a lo largo de un patio abierto, casi una calle, y con unos pasillos ligeros que servían de acceso a las celdas en el primer nivel. en 1976 esos patios fueron techados con una losa de concreto que esta intervención propone eliminar para techarlos sólo parcialmente con una cubierta traslúcida y ligera que mantenga la luminosidad y permita su ocupación. además se invierte la manera en que funcionaban las pasarelas, dejando vacío donde antes era paso. también se aprovecha la manera diferente como se construyeron los muros de las celdas en los niveles inferior y superior –de piedra el primero y de paneles metálicos en el segundo– para disponer los espacios que requieran mayor continuidad en el primer nivel –donde los paneles pueden retirarse con menores complicaciones estructurales y constructivas– y aquellos que funcionan bien en espacios reducidos colocarlos en la planta baja. no pensamos pues que en esto se contradigan los principios del panóptico, como afirma vargas, sino, al contrario, que los aprovechamos para ponerlos al servicio de los nuevos usos. hay, sin duda, algo de interpretación en eso, pero una interpretación, pensamos, razonada.


los dos puntos anteriores se conjugan con el tercero, que ataca el nivel programático: había que activar al edificio usando al máximo lo existente y construyendo al mínimo. tanto la estrategia urbana como aquella que se refiere al edificio original, permiten y de cierta manera implican una estrategia programática que redistribuye los usos según su relación con el público, complementándolos con jardines y espacios abiertos total o parcialmente públicos o de acceso controlado o restringido. no supongo que en esto haya ninguna intención de asimilar al sitio a cualquier arquitectura comercial, como de nuevo argumenta vargas, sino, al contrario, de enfatizar su condición de edificio público haciéndolo al mismo tiempo –lo que ahora no es– un espacio plenamente público y sin que eso ponga en riesgo su funcionamiento como espacio de consulta y trabajo.


en resumen, se mantiene y clarifica la estructura formal del panóptico, sin hacer uso de elementos alegóricos o simbólicos que, aunque sea sin intención, sugieran alguna nostalgia por el uso carcelario y, al mismo tiempo, se busca abrir tanto al edificio como a la institución que cobija, sin poner en riesgo las exigencias de seguridad, para convertirlos en un elemento más del entorno urbano.


por tanto, a esas dudas que, según vargas, crecen “entre los historiadores, filósofos y teóricos de la arquitectura, que hacen hoy en día uso de las instalaciones del acervo” y que se preguntan “¿cómo es que lecumberri convivirá con la comunidad de mejor manera que concentrando la memoria del país?”, respondemos que, concentrándola y resguardándola de mejor manera, haciendo uso de tecnologías avanzadas y abriendo los espacios que sea posible al uso de la comunidad, sin poner en riesgo ni la seguridad del acervo ni la tranquilidad de los investigadores. a la pregunta de “¿por qué no intervenir más en restaurar el edificio y acondicionar semejante espacio a las demandas actuales de consulta y reproducción de un acervo nacional?, diría que, según entiendo, esa es la intención. a la tercera interrogante, si “no es más que un proyecto de deconstrucción de la noción de cultura del tipo, fracasado, de la biblioteca vasconcelos,” es tan confusa que no se bien qué responder.


en fin, según entendimos nosotros el concurso, no se trata de cambiarle el uso a lecumberri y mudar el acervo del archivo sino, al contrario, de hacer las mejoras necesarias para que funcione como tal y para que pueda ser también un centro cultural importante tanto para la ciudad como para la zona en que se encuentra. eso es lo que, según nosotros, hacemos con nuestra propuesta.

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