23.5.10

orgullosamente mexicanos

que somos guadalupanos no hay duda. no se si sea la mezcla de las religiones precolombinas y de la idolatría del catolicismo en particular en su versión ibérica, pero lo cierto es que somos adoradores de simbolitos, imágenes e idolitos, desde la mencionada guadalupe –madre de todos los mexicanos– hasta la madre particular de cada uno el diez de mayo, pasando por héroes de piedra, bronce y hasta de cartón y otros varios simbolismos de un nacionalismo exaltado, sumándole la creencia casi medieval en el poder de los gobernantes para solucionar cualquier problema –y las consecuentes peticiones al alcalde, al gobernador o al presidente de ayuda como si de un santo o un mago se tratara– y, en contraparte, la absurda confianza de éstos en el poder no de sus actos sino de sus palabras y declaraciones.
por eso no me extraña, aunque me enoja, la idea de exhumar, analizar y luego exhibir por un año los restos de 12 héroes de la independencia nacional que se encuentran en urnas en el ángel de la independencia. extraña ceremonia que se suma a la serie de rídiculas, provincianas y anacrónicas celebraciones ideadas por gobiernos federal y estatales para nuestros 200 años de orgullosa identidad nacional. como si fueran reliquias de santos –de esas que en la edad media la iglesia católica inventaba con gran facilidad para generar ganancias "espirituales", económicas, políticas, militares o, lo más común, todas las anteriores.
el próximo 30 de mayo cuando, con desfile militar incluido, se exhumen y trasladen los huesos de nuestros santos héroes, preferiré rentar y ver en mi casa el coleccionista de huesos. por cierto, el cráneo arriba de estas líneas llevó por nombre, cuando estaba cubierto de piel y relleno de sesos, phineas gage, y su historia –que yo conocí en un libro del doctor antonio damasio– bien vale haber sido guardado como reliquia médica.

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