16.11.09

dibujo y arquitectura




tras ver estos extraordinarios dibujos de thomas hillier que geoff manaugh publica en bldgblog, y pensando en dedicarle otras entradas próximamente a esto del dibujo y la arquitectura , transcribo ahora parte de la introducción a la publicación que presenta un curso en la universidad anahuac (el documento entero se puede consultar aca):

Durante siglos la arquitectura, como otros oficios, técnicas y artes, se aprendió copiando. Y al menos desde el Renacimiento, cuando Giorgio Vasari fundó la Academia del Disegno, es decir, de aquellas artes que tienen como base y como mecanismo regulador al dibujo, incluyendo entre éstas a la arquitectura, el aprendizaje consistió, primero, en dibujar del natural edificios consagrados y, luego, asumiendo que las reglas precisas de la composición arquitectónica se encontraban manifiestas antes en los dibujos que en los edificios, donde las relaciones exactas entre las partes se escapaban al ojo no entrenado, se pasó a copiar directamente los dibujos en vez de las obras.

El arte y la arquitectura modernas y, sobre todo, su pedagogía, rechazaron –razonable y razonadamente– esta manera de entrenarse a partir de la repetición de modelos probados, sustituyéndola por una combinación de análisis de problemas e invención de soluciones inéditas.


No es lugar aquí –ni bastarían estas líneas– para estudiar todas las consecuencias primero, en el Renacimiento, de concebir a la arquitectura como un arte del diseño, es decir, que se dibuja para concebirse, y después, en los inicios del siglo veinte, de separar al diseño –como proceso de creación y producción– del dibujo. Pero podemos apuntar que una de las consecuencias, imprevista, de dicho cambio fue que el dibujo pasara de ser un mecanismo regulador para entenderse como mero efecto de la representación.


En la copia del modelo sucedía algo que la Academia, con su empeño normativo, se esforzaba por evitar o, de menos, controlar: el modelo era sometido a modificaciones a veces imperceptibles y por lo general involuntarias. Para usar, sin detenernos en explicarla, la diferencia planteada por Deleuze y Guattari, el modelo se transformaba

inevitablemente en módulo, en una modulación. O, pensando en el campo de los objetos culturales lo que Darwin había postulado para los seres vivos –donde hay descendencia hay modificación–, en la copia o reproducción de los mismo hay pequeñas modificaciones que dan lugar a lo nuevo –permitiendo que el protozoario devenga ballena y la cabaña Partenón. La Academia, repetimos, dedicó casi todas sus fuerzas a controlar, ocultar y marginar esas transformaciones, a sancionar cualquier modulación del canon. Pero la pedagogía arquitectónica moderna tiró al niño con todo y el agua sucia: la tabula rasa hacía del diseño un acto heroico sin ascendentes y, muchas

veces, por lo mismo, sin descendencia.


En los años 60 varios arquitectos y críticos se rebelaron contra lo que vieron como un olvido de la historia y que, en el fondo, era un olvido del dibujo como medio de repensar la historia y, además, transformarla. Manfredo Tafuri, Collin Rowe, Aldo Rossi, por nombrar sólo algunos, tomaron parte en esa rebelión que, como siempre, traicionada, desembocaría en el posmodernismo pastichero. Bruno Zevi, por ejemplo, en un seminario sobre la historia, la teoría y la crítica de la arquitectura, en 1964, leyó una ponencia titulada La historia como método para la enseñanza de la arquitectura.


Entre otras cosas Zevi planteaba que entender al arte como “algo puramente intuitivo, irracional y que sólo tiene que ver con los sentimientos, es algo pasado de moda. El arte –continuaba– es un acto consciente, un proceso que puede ser controlado y verificado.” En segundo lugar, Zevi aclaraba que las llamadas obras de arte no siempre son creativas por naturaleza, “de hecho –dice– muchas obras de arte, incluso algunas muy famosas, son de naturaleza crítica.” Finalmente, decía que incluso las excepcionales obras de arte realmente creativas, tienen un proceso que puede entenderse, demostrarse y verificarse. Para lograr lo anterior en la escuela, Zevi proponía borrar las distinciones entre historia, teoría, crítica y el diseño mismo. “El diseño deberá enseñarse en los cursos de historia o, mejor, en los laboratorios de historia; y la historia se enseñará en las mesas de dibujo.”


Como lo ha planteado Sanford Kwinter, entendemos al diseño como “una manipulación, una reorganización de códigos mediante el desplazamiento de las propiedades materiales en nuevas organizaciones que, a su vez, generan nuevas propiedades.” El diseño como dibujo o, mejor, como redibujo, es un instrumento para poder, primero, entender las propiedades materiales asociadas a una codificación específica y así, luego, poder recodificarlas.

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