12.12.07

en todos lados se cuecen habas


En su blog, Felix de Azúa escribe:

"Cerca de mi casa, en el cruce de Padua con Balmes, hace más de un año que la estación de los Ferrocarriles de la Generalitat está en obras. Es una estación pequeñita, una de las más pequeñas de la red, una ridiculez de estación, como de casa de muñecas. Y llevan un año. Paso muchos días por allí y nunca hay nadie trabajando. Si uno continúa Balmes abajo llega a una plaza medianeja, la de Molina, que va para tres años en obras. La han cambiado tantas veces que seguramente ya no saben acabarla. Y si tuerce uno a la izquierda para ir a la bella biblioteca de Josep Llinás, llega a una plaza, la de Lesseps, que acumula 20 años en obras. Acaso sean más, porque ya nadie recuerda cuándo comenzaron. He aquí tres menudencias que me regocijan todos los días y que dan una idea de la eficacia del Gobierno catalán en materia de obra pública.
Podría citar 80 casos más, pero es innecesario, no hay vecino de Barcelona que no tenga a dos pasos de su casa una obra en marcha cubierta de telarañas desde hace años. La inoperancia de nuestros responsables recuerda la de los cleptócratas napolitanos. El negocio familiar de un amigo partenopeo es una empresa que instala andamios, telones y carteles donde se lee: "Obra pública financiada con fondos de la UE". Es un decorado. Detrás no hay nada. La mayoría de las obras públicas del Gobierno catalán podrían utilizar los servicios de tan sagaz empresario. Uno llega a creer que la Generalitat y el ayuntamiento han contratado a un puñado de actores vestidos de obreros que van de una zanja a otra en días alternos."

En la ciudad de México también podemos encontrar gran variedad de estas obras públicas que, parafraseando a Adolf Loos , podríamos calificar como obras Potemkin. Las ciudades Potemkin eran aquellas escenográficas que el ministro Grigori Aleksandrovich Potemkin construía para engañar a la emperatriz Catalina II. "Construidas con cartón y yeso –escribía Loos en 1898– transformaban un desierto visual en un paisaje floreciente para los ojos de su Alteza Imperial." Esas cosas –continuaba Loos irónico– "seguramente sólo son posibles en Rusia." Las "obras Potemkin" son de distinta apariencia pero igual naturaleza: no presentan una falsa ciudad terminada sino la falsa idea de hay obra pública en marcha –lo que finalmente tendría como resultado, si fuesen dichas obras concluidas, ciudades Potemkin.

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